lunes, 30 de marzo de 2020

HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD, 2019

#AnocheVi Historias de Miedo para contar en la Oscuridad y a partir de entonces no dejo de pensar en una historia espantosa que últimamente se ha estado contando. Espantosa no por ser sangrienta o macabra, sino porque mucha gente la ha tomado como una verdad irrefutable. En efecto, creen que cualquier cosa que lleve el nombre de Guillermo del Toro tiene calidad e incluso viene para revolucionar su género. Pero en el caso de esta película producida y escrita por el cineasta mexicano y dirigida por André Øvredal (La morgue, 2017), no es así.
  En Historias de Miedo los chavitos indeseables de un pueblo conservador y muy blanco de Estados Unidos tendrán que hacer frente a los horrores desatados por una bruja a través de las historias que escribe en su libro maldito. Está inspirada en los libros antológicos del mismo nombre publicados por Alvin Schwartz, que aterrorizaron las mentes pubertas desde finales de los 80'sm y son dignos herederos de la antiquísima tradición de sentarse alrededor de una tenue luz y ponerse a contar historias de aparecidos y espantos. De hecho, aunque nunca hayas oído hablar de estos libros, las leyendas, los motivos que compilan aparecen de forma recurrente en la cultura cinematográfica del terror.
  Esta inspiración literaria bastaría para convertirla, si no en una peli traumáticamente magistral, sí con justicia en la "carta de amor" al género de las antologías de terror; que tiene entre sus máximos exponentes a John Carpenter, también se podría decir que Del Toro es un ilustre representante con su participación en La hora marcada, y (como ya habrán de suponer) se ha desarrollado muy bien tanto en la gran pantalla como en los formatos televisivos. Pero Historias de Miedo no pasa de ser uno de tantos divertimentos nostálgicos anodinos, como los que hacía Spielberg poco antes que se le "prendiera el foco" con Ready Player One. En todo caso, los libros terminan siendo un pretexto mal empleado, casi tanto como en Animales Fantásticos. El tono de terror nunca logra alcanzar un verdadero clímax, ni siquiera tomando en cuenta que hay un intento por armonizar el horror humano con el sobrenatural, y hasta es rebasado por todas las peripecias dignas de una historia de aventuras. Personalmente odio con toda mi diabólica alma que los realizadores hagan éso; en primera porque casi nunca logran algo de calidad, y en segunda porque estoy demasiado consciente que el terror fue algo así como el hermoso parásito que se alojó en el pecho de la aventura y salió un día, estallándoselo.
Además tiene esta constante metaficcional de las películas de Del Toro. Ya saben: abre reflexionando acerca del poder de las historias, de que si los fantasmas son historias perdidas, o de la historia que cuenta acerca de una princesa que quiere regresar a su hogar, etc. Ésto, que podríamos tomar como parte inequívoca de su estilo, en obras que no son precisamente de su filmografía personal, se vuelven muletillas que no te dejan ver más allá de La forma del agua y compañía, y hacen parecer a Øvredal como un amateur lambiscón.
No me malinterpreten. No es mala sino olvidable. Y si argumentan que por ser una película dirigida al público adolescente, obviamente el tono debe ser menos oscuro, les sugiero ver Le temes a la oscuridad y Escalofríos de los 90's. Quizá lo más rescatable es el joven reparto, quienes se nota que supieron sacarle jugo a la experiencia... al menos en los primeros veinte minutos. Sobretodo el personaje de Stella (Zoe Colletti) y el de Tommy (Austin Abrams) se me quedaron muy presentes. Asimismo, los efectos especiales son en su mayoría fascinantes, porque siguen la calidad cuasi artesanal que Del Toro aplica a sus producciones. Aún así, los demás elementos tales como un desarrollo de personajes que no tiene mucha importancia, un comentario político que nunca llega a ser subtrama funcional y los pocos cuentos que se recrean en pantalla, terminan calzándose a la fuerza dentro del típico cuento de hadas, oscuro pero muy entrañable, escrito por papi Del Toro.

👉Ilustraciones de la edición original, SPUTNIK en FB

En fin, ¿ustedes ya fueron a verla? ¿Qué les pareció? Quizá ustedes vieron una película totalmente diferente y de mayor calidad. Y si mi crítica les pareció bastante severa, para compensarlo les dejo un artículo con algunas de las mejores antologías de terror: ¡Que tengan buenos sustos!

miércoles, 18 de marzo de 2020

SOMOS LO QUE HAY, 2010 / WE ARE WHAT WE ARE, 2013

#AnocheVi Somos lo que hay (Jorge Michel Grau, 2010), y luego luego me eché su "refrito" estadounidense, We are what we are (Jim Mickle, 2013).
 En dos universos paralelos, dos familias tienen que enfrentarse a la trágica pérdida de su cabeza. Era su miembro más importante quien se encargaba de llevar a cabo el ritual que las definía y les daba el sustento para continuar sobre este valle de lágrimas. Así pues, dos familias, una mexicana y otra gringa, deberán seguir adelante con el terrible secreto que las une: comerse a una mujer inocente, en una ceremonia inexorable.

  Y básicamente éso es lo único en común. Mientras la gringa vive en un eterno pueblito puritano —tan lejos de la civilización y tan cerca de Dios—, la mexicana hace su despapaye en plena guerra contra la delincuencia [sic] de Calderón. Podemos decir que la de Grau es una de las últimas películas sobre el crimen en la Ciudad de México que valen la pena. En ese sentido, la muerte del padre empieza a cocinar una intriga familiar sabrosa. Se va creando de manera sutil… pero, desgraciadamente, no estoy seguro que sea sólo porque los realizadores querían imprimirle un estilo "elegante", por autocensura o para que toda la atención se vuelque en los momentos de thriller policíaco, que son bastante pobres: no tienen otra cosa que decir de los policías mas que son incapaces y corruptos, y éso ya lo sabemos.
 Por su parte, el de los Parker es un drama macizo. Cada elemento cuenta y cae por su propio peso: desde la tempestad del inicio hasta la fotografía en tonos azules salpicada de claroscuros sepia. Incluso el "antagonista" tiene una poderosa motivación para hacerles pagar caro. Todos estos elementos sirven para intimar con el mundo de este matriarcado de a mentis (como el que a muchos ridículos les gusta presumir). Con la muerte de la madre se pone en claro la careta detrás de la que se oculta el padre autoritario. Él es quien produce tal tensión entre el resto de los personajes, que parece que la única salida debe ser la liberación total contra ese matriarcado que (literal) devora a sus hijas.

 Claro que la inversión de muertos no significa que en Somos lo que hay los papeles femeninos no estén en entredicho. De hecho, las mujeres son quienes hacen y fabulan todo lo necesario para mantener el orden cósmico, el cual no está para nada definido. Mientras, los hijos compiten para ver quién se queda con el rol del papá borracho que aprovecha cualquier ocasión para irse de putas.
  A muchos críticos les pareció que la mexicana se queda a medias; y, si bien, es irritante no saber qué pedo, por qué hacen éso (aun más en una locación donde antiguos dioses esperan con ansias volver a comer carne humana) al final tiene mérito que su entramado fuera tan abierto, y así nos dieran la oportunidad sacar nuestras propias conclusiones. Personalmente, no pude evitar verla con cara de fuchi. El hecho es que We are what we are es una gran adaptación del guión de Grau a las obsesiones gringas, que se torna en viaje sentimental por el horror humano; por su parte, la versión original parece limitada por la visión fría y lejana de quien critica los "caracteres nacionales". Ahora bien, tuve que pasar bastante tiempo repasando el sabor que dejó en mi boca para aceptar que, aparte de que estamos más acostumbrados a las sensibilidad gringa, que tal vez, en estos tiempos en los que nos sentimos con el valor suficiente para linchar a cualquier pendejo con cara de rata al grito de "los buenos somos más", tal vez este cuento de terror en el que la pendejez e impunidad son las protagonistas sea el que nos merecemos.
 En fin, le pongo a Somos lo que hay 7 pozolitos de carne humana de 10, nomás porque Daniel Giménez Cacho repite uno se sus personajes más chingones, ¡y shot por cada vez que digan "puta"!