martes, 12 de octubre de 2021

PORQUE TE FUISTE

“If you can't see the forest for the trees
Just burn it all down…
and bring the ashes to me”
Arcade Fire
Regresé a la Ciudad sólo un domingo por la marcha zombie. Este año fuimos poco más veinte mil mexicanos exhibiéndonos como mejor nos gusta hacerlo: juntos en procesión hacia… Bueno, nunca estuve seguro de hacia dónde íbamos. Lo importante es que acabamos en la plancha del Zócalo, y que es la única marcha a la que he asistido.
     Y no era mi intención, pero ya que estoy cerca me gustaría visitar mi casa. Quiero decir, mi antigua casa: el departamentito incrustado en un lúgubre edificio de los setentas, que casi llegaba a ser medio cuarto de vecindad. Allí pasé casi toda mi infancia. Mejor dicho, visitaré la calle donde se encuentra -o se encontraba-, pues no creo que me dejen entrar. Salimos debiendo un par de meses de renta; además, lo más posible es que ningún vecino me reconozca. Y es que tan no soy el mismo que ya ni recuerdo el nombre de esa calle. Esa calle de la que siempre digo, sin asomo de duda, que es mi favorita por todo lo que significa para mí. 
    Es mi calle. Ni siquiera recuerdo cómo llegar hasta allá. Afortunadamente una segunda memoria (una más afectiva o, si quieren, instintiva), me dice que debo andar por la Calzada México-Tacuba, que alguna de las tantas esquinas que la atraviesan será el extremo inicial de la mentada “calle favorita”. Puede que así sea. 
     Me preocupa la facilidad con la que olvido asuntos tan básicos y precisos como los nombres, las cifras, las caras. Habrá quien diga que es por el escarceo del día a día… No lo creo. Pasarán los años y algún día descubriremos que realmente nunca nos importó saber más del trocito de espacio que nos ha tocado, que lo útil, lo próximo. Quizás al final sólo quede esa memoria instintiva, la que sale de las entrañas: sube desde los intestinos hasta la cabeza como una tremolación, a veces cosquillea desde más abajo. Te advierte que marcaste el calendario con una piedrita blanca pero nunca te da una fecha exacta hacia dónde dirigirte, ni letras ni símbolos precisos; tan sólo algún indicio oscuro para que la adivines estilo “era del año la estación bla, bla, bla…”.
     No hay que confiar en ella, es pura imaginación y la imaginación sólo prefigura y confunde. Siempre se engancha con una idea, te la despliega por el espacio y el tiempo y de pronto todo significa lo mismo y redunda en aquello que crees que es importante pero no es más que un dolor pasajero. Por éso debo recordar un estúpido nombre: si no sucede el reencuentro con mi memoria (digamos) racional, terminaré siendo autómata cazador de recuerdos "felices”.
     Tal vez sólo exagero. La afectividad imaginativa es un buen inicio para recordar, ¿no? O quizá soy muy flojo para continuar pensando. 
    Recordar es “volver a traer al corazón”. Tener en el corazón algo presente, en muchas ocasiones, te obliga a actuar precisamente como un autómata o un animal. O tal vez como un animal que es puro acto reflejo: un mosquito en busca de algún lugar apacible donde encontrar sangre fresca, donde pueda dar un pinchazo y alimentarse de las impresiones que le ha producido ese lugar y de los recuerdos que puede imaginar.
   Es común que se den algunas perturbaciones en el huésped mientras uno se alimenta. Entonces uno simplemente se aleja un rato, revolotea alrededor y, como buen necio, vuelve a posarse sobre su víctima mnegonizante. Ésa es la actitud que pretendo mantener. Pero la necedad se agota porque ya no sabe cómo aferrarse. Sin advertirlo, los espacios tienen otra cara, otro corazón. El Cine Cosmos ya no es más que una fachada en ruinas agujereada por horrendas vigas de acero. ¿A quién se le ocurrió dejarlo como monumento al abandono? Han desaparecido los cafés de chinos. En su lugar, Ellos han dejado boquetes en renta y cortinas metálicas. 
     Así no se puede. Mi memoria ya estaba en otra parte, en la de hace varios años, cuando yo era pequeño y todo parecía hecho para ser eterno. En cambio, mis pies están parados en donde las cosas se hacen de la noche a la mañana. Es como si a Ellos, los que mueven todo ésto, les guste actuar cuando nadie los ve. En las inmediaciones del metro Revolución han manufacturado un feo corsé de tubos para evitar que la cotidiana plaga de la vendimia se desparrame fuera de la acera -“como en Tepito”, dicen Ellos. La Ciudad debe verse chula para cualquie visitante ajeno.
     Olvidé mencionar que soy un visitante. Vivo en un lugar rimbombantemente llamado En la Boca de Piedra: su “glifo” mexica lo dice claramente. Todas las instituciones del gobierno lo enarbolan orgullosamente, pero como puño dentado no me gusta, me produce ansiedad. Para lograr salir de allí, todos los días tengo que que atravesar una vereda polvorienta y sin nombre que acaba en la carretera. En la Boca de Piedra termina siendo un lugar de paso para mí. “La vida está en otra parte”, y quiero pensar que tengo una pequeña noción de dónde encontrarla. Entonces, ausente de mí mismo, viajo hasta acá dos horas soportando el poco sustentable sistema de trasporte de la Megalópolis. ¿Puedo hacerlo de otra forma?, pues no.
     Creí que tardaría en llegar, sin embargo ya estoy a unas cuantas palabras de arribar a mi calle, y por fin reencontrarme con su nombre.  Ya puedo ver la iglesia que está en la esquina y, a su lado, cruzando el arroyo, la placita donde yace el vivo cadáver del Árbol de la Noche Triste, tiznado monumento a+ un fracaso épico. Por lo que veo, también “mejoraron” este lugar. Triste pero cierto: quitaron los macetones, engalanaron las rejas que protegen (de nosotros, los salvajes) el histórico pedazo de carbón, e instalaron un juego de luces. Todo listo para presentar alguna ópera sobre la resistencia indígena.
     Había llegado a pensar que nuestras áreas verdes ahora estarían adornadas con tanques y aviones de grado militar y obeliscos dedicados a la memoria de algún anónimo que, al grito de ¡La Gran Fuerza de México!, se "sacrificó" por nosotros. Allá, En la Boca de Piedra, es la moda de los lugares públicos. Pululan los jardincitos reclutabobos, que no aceptan gente de seis a trece: no vaya a ser que maltratemos sus trozos de metal.
     Todavía no recuerdo el nombre de mi calle, ni siquiera encuentro el típico letrero que la denomina ni el poste que lo soporta. Algún borracho lo habrá arrollado. Sucede mucho allá, En la Bo… ¡Pero qué digo, cielos! No hay que seguir haciendo comparaciones odiosas. Nadie se las merece. Recuerdo que en esta misma esquina había uno de esos buzones redondeados, rojos rojos, como sacados de un kinder garden. De él ya sólo queda un muñón asesino floreciendo en la banqueta. Deberían poner algún aviso para los despistados que, como yo, ya tropiezan, ya cojean. Sería mejor detalle poner un epitafio a nombre de este y todos los otros buzones cercenados del mundo. Uno que diga: “SOLÍAMOS ESPERAR”, o algo así. 
     La Parroquia de Nuestra Señora del Pronto Socorro sigue pequeña y austera por dentro, pero en su interior todo va en picada. Me dicen que cayó el Cristo crucificado que tenían colgado del techo (¡pobrecito!). ¿Y qué pasó con el que yacía en la urna de cristal? Sigue siendo velado por siete pabilos. Sólo una vez entré a su adoratorio, y puedo jurar que lo vi suspirar y suspirar. Hoy ese bello durmiente está tan muerto como la resina que lo compone. ¿Qué habrá pasado? De seguro se cansó de esperar el Juicio Final.
   Qué curioso, ahora también en mi calle disfrazan su miseria con murales de colores. En la Boca de Piedra es práctica común, sobre todo si va el presidente a inaugurar alguna obra.
     Al menos las casas anchas, bajitas siguen en pie. No han sucumbido antes los constantes “booms inmobiliarios”. Si muchas son émulas del estilo de vivienda colonial, no es descabellado pensar que un par de ellas son fósiles vivientes de aquella época. Éso explicaría el carácter de sus habitantes. Además, mi calle se cuelga de la que es considerada la más antigua de América. Y todas ostentan, orgullosas, sus eternas grietas y muros descarapelados. Son sobrevivientes. ¡Pero que acaso no se dan cuenta del peligro que representan!
    Realmente nunca me sentí a gusto en esta calle. No sé porqué le guardaba tanto cariño. Me sentía oprimido en ella durante todos ésos en los que la habité. De día, el sol caía a plomo sobre nuestras cabezas, y los colores claros de los muros y la acera tosca me daban el charolazo. En la noche estaba muerta y de vez en cuando algún idiota la revivía haciendo carreritas en ella. Lo bueno era que tenía a la mano varias opciones para alejarme. La que yo más usaba era caminar en las calles que la rodeaban. En éstas sí que no había mucho sol, pues formaciones de hirsutos ahuehuetes, jacarandas y hasta palmeras servían de dosel para los corredores de este “palacio de soledad” que me gustaba formar en mi cabeza. Y digo servían porque a Ellos se les ocurrió que lucían más si los podaban. Casi me matan los trabajadores de la delegación con un ramón que lanzaron calle abajo. Ni modo, estos mares y lagos de asfalto quedarán pelones en la administración presente… ¡Por supuesto! Ahora recuerdo que mi calle se llamaba -y sigue llamándose- Mar Blanco. Allí es donde viví bastante tiempo (algún tiempo, la verdad).
     En fin, hice todo este viaje mental para recordar una mentada callecita. Es la única ventaja de esta vereda larga, polvorienta y sin nombre: como está en blanco, te deja pensar detenidamente mientras corres hacia una carretera que parece que nunca alcanzarás. ¡Vaya!, apenas y llego a tiempo para la marcha zombie. 
“Feel like I'm glued on tight to this carousel…”
Melanie Martinez

viernes, 1 de octubre de 2021

POEMA DE LOS AÑOS MILSEISCIENTOS

Exvoto en ovillejos. Pinta el autor esa vieja leyenda de unas mujeres, que en noches de puente o muelle semanal, juntábanse en el atrio de una reconocida iglesia (dominica, más por su posición en el calendario) y, desatando el talle natural otorgado a cada calavera, salían volando a ser calamidad de los nervios de los pobres vecinos de esta real CDMX. Y las llamaban “Mujeres Quítate-piel”, pues el suyo propio era el único pedazo de carne al que respetaban, teniendo consideración de hablarle mientras la desgarraban, deshuesaban y arrimaban bajo la Cruz; quedándose ellas en los puros huesos. El lector ya se podrá imaginar que nuestro poeta no servía para componer piadosos exvotos. En efeto, muy temprano lo cambiaron de profesión, fungiendo  ahora como asado del Santo Oficio: que este primero no se halló acabado. No se sabe si cambia a irregulares liras porque intentaba relación de elevaciones. Estamos seguros que, por ser mexicanito, no pudo escapar del elogio a la Muerte común de su pueblo. Aunque consta en actas que dijo que escribió inspirado en la festividad gringa de Jal O'güín, que viene a ser de Todos los Santos; aquella en la que se nos da la oportunidad de embozarnos como clarines, vampiros, ironmanes, calabazas, jacks o rameras para acosar al humilde empleado exigiéndole golosinas y dineros. El lector no tiene porqué creerle ni respetarle. 

De hilillo pende de oro

de quien retrato adoro.

Bien pensado, llamar débole Exvoto.

Que no es que quiera dármelas de doto,

muy al contrario; tampoco

se las doy -las gracias, digo-, por loco,

a Amor tenerme en brasas.

Apuntando sus trazas,

es Exvoto plástica relación,

con pintura hilación

narrada de un suceso milagroso,

desentuerto mágico y prodigioso. 

Desde su escorzo, el gusto en queja amarga,

su autoridad alarga:

“¡Es terrible puchero de colores!

¡Por tus patas trazados los horrores!

¡Batida por tu dedo,

la mistura de un pedo!”

De Orión cuna, o sea vino,

contar las partes del monstruo divino,

mi intención, lo que importa, es, ¿no es ansí?

Te lee, pues, un retablo hecho por mí.

Vistote hé, prodigando caricias

a un de evasé rubíes. 

Ríes, ríes:

exige mil albricias

tu Lucero dentata

Ya me aloca, me tortura, me mata.

Si no Acteón, tal vez un Ifigenio,

caí en trino incendio.

Tras ti anduve -yo, vil sacro rumiante-,

hacia unas aras, hasta una cruz ante. 

Coloradas rosas entre, azucena

ya llegas, presto, á escena.

Rubicundo despires

a tu fiel invitado, y sin que mires,

me oculto notando te faltan menguas;

papiro entre las lenguas

que imprimen por emblema:

“¡Quema! ¡Quema!”

Encrenchastes ingenuas

flamas con marfil cuña.

¿No te abrasa, te consume, te duña?

Gozo salamándrico, pues vi ciento

cabellos siendo, cabe firmamento,

corona a las pareadas:

ya Sirio, ya Alcor Ulsa,

pulsa, pulsa. 

Resueltas destelladas

al Cosmos amenazan;

a bajel, a mariposa, a lata asan.

No bien preciaba el süave hielo

en que ardía tal Cielo, una grieta avanzó.

Tornándola en hebras,

quiebras, quiebras

(témpano se destrozó

también, torre de cristal)

frente, ojos, nariz: texto ornamental.

(A faldas de la torre,

amapola en talegas

siegas, siegas.

Esta vendimia corre

airosa, cae fulgente;

terrible, espectral, fantásticamente.)

Desviéme hacia una nebulosa

coralina, lustrosa

y engastada de perlas. 

Sobre tronco níveo pude verlas;

y en base de éste, sutiles raíces

descendían. Raíces

líquidas luego vílase transformar:

los ríos en los que muchos van a dar.

Pues admirados ven cómo se elevan:

mientras suspiros llevan,

a convexo ascienden Cielo segundo.

(¡Vaya, los mariposones del mundo!)

Ya llega destronando,

cúpulas separando. 

A remate de alhaja

raja, raja,

ya se precipitando.

Nunca dama graciosa:

si antes Ninfa, luego Pupa, ya Diosa.


*FUENTE DE LA IMAGEN: https://www.deviantart.com/corvuscallosum/art/A-Skin-Suit-for-Your-Skeleton-423835447




miércoles, 30 de septiembre de 2020

RETURN TO BABYLON (Alex Monty Canawati, 2013)

El mundo es un caos de la chingada y los rebrotes de COVID amenazan con que ésto seguirá. Así que ¿por qué no mejor entretenerse viendo la gran fiesta del puto fin del mundo que es RETURN TO BABYLON de Alex Monty Canawati (2013)?

    No recuerdo haber visto otra película, de las últimas décadas, sobre "la gran puta" Hollywood tan apasionada y con tanto humor como esta belleza neosilente. Return to Babylon es una vertiginosa antología sobre las descarriadas vidas del cine de los 20's, época ya tan lejana a nosotros que parece provenir de un otro universo fantástico. Quizás les recuerde a El Artista de Michel Hazanavicius (2011), pues ambas hacen el típico homenaje al oropel de esta industria aparte que se estrenaron más o menos en la misma época. Pero Return... llevó varios años de realización (desde 1999 a 2008) y se aleja un chingo del tono de aquella; pues en lugar de congraciarse con las buenas conciencias del público y la Academia, explota el morbo de los escándalos con todo el goce del mundo. Y si bien historias inmortales como las de Lupe Vélez o Rudolph Valentino son una delicia vouyerista, igual valen la pena aquellas que han sido trágicamente olvidadas, o esos retratos de actrices que les fue peor que a Britney Spears con su pinche padre, demostrando lo poco que ha cambiado la situación.

    Para recrear la mística atmósfera con la que nos ha llegado el cine de hace ya 100 años, Canawati utilizó una cámara de la época: esas maravillas que filmaban gracias al empuje de una manivela, con las mismas variaciones de exposición y cambios en la velocidad de proyección. Mas lo que la dota de alma o, en todo caso, lo que la hace una película muy bonita es el uso de los planos clásicos en el cine mudo. La alternancia entre primeros planos y tomas fijas integra a la perfección las geniales actuaciones del elenco con una narración dinámica que fascina. Asimismo la musicalización de Dean Mora and his Orchestra termina por incendiar todo este bestiario necrológico de estrellas que preferían arder y arruinarse estrepitosamente a contemplar su lenta caída en la vejez, y que encontraron su refugio y patio de juegos entre los fotogramas del celuloide de la decadente Meca del Cine.

    Sí, muy bonito y todo pero no son más que palabras vacías y mamadoras. De esta película lo que realmente importa hablar es sobre los "inexplicables sucesos sobrenaturales" que "la rodean" y aparentemente se pueden ver en cámara. Pero soy Fantasma y no tengo atorado en el intestino lo mismo que Dross, así que si quieren enterarse del chisme dense una vuelta por el Yutuv. Es más, les espero... 

    ¿Ya vieron los videos sobre esta "leyenda negra"? Pues bien, de todas formas quisiera compartirles algunas cuestiones que me asaltaron al saber ésto.

    Primero, ¿dónde chingados están los parientes? Cualquier ser sobrenatural brilló por su ausencia durante la hora y cuarto de proyección. Tampoco sentí ninguna atmósfera de ultratumba o momento incómodo al ver las muecas de los histriones que me hiciera querer mirar a otro lado. De hecho, deseaba más :P. Claro, pueden decir que el diablo está en los detalles, que lo extraño sólo se ve con los métodos sutiles y ultrapro de "frame by frame". Por favor, la neta es que tales métodos ya los usamos para cualquier mamada, sobre todo para obtener imágenes "peculiares" del filme que quieran... y convertirlas en los memes más cagados.

    La gran difusión de este misterio me parece un asunto más que terrenal y simple, pero no por ello menos interesante. Y es que ¿qué tal si sólo es un chisme atrapabobos; una historia confeccionada para ser como un Retablo de las Maravillas en el que si no ves lo que te dicen, entonces no sabes lo que te pierdes?

    Canawati la impulsó con sus entrevistas, pero Internet se encargó de viralizarla y convertirla en el único medio para que la obra se pueda dar a conocer. ¿Habrá sido para obtener atención creando escándalo? ¿Será alguna exploración artística que quiso llevar más allá de la pantalla y que comenzó con la anécdota de los rollos de película encontrados en una esquina de Hollywood Blvrd? ¿O será que, como dice, realmente una presencia sobrenatural lo impulsó a filmar y publicar la película? Tal vez sea Frances Farmer obteniendo su venganza en Hollywood... ¿O sólo es otro humano meco que piensa que ve cosas donde no las hay, que tiene la creencia de que una simple cámara le va a mostrar lo que el complicadísimo ojo vivo no puede? 

    En todo caso, tienen la excelente oportunidad de ver esta película "encantada" completamente gratis.

    Igual pueden ver el corto que inspiró el largo que supuestamente a su vez fue inspirado por un acontecimiento misterioso. Es interesante ver la evidente evolución que el concepto tuvo, tanto en recursos cinematográficos como en la calidad de la forma de contar estas historias. También ver el consumo explícito de drogas en cine mudo es una delicia. 

    

En fin, ya si les jalan las patas en la noche, mejor que sea Lupe Vélez o William Desmond Taylor.



lunes, 30 de marzo de 2020

HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD, 2019

#AnocheVi Historias de Miedo para contar en la Oscuridad y a partir de entonces no dejo de pensar en una historia espantosa que últimamente se ha estado contando. Espantosa no por ser sangrienta o macabra, sino porque mucha gente la ha tomado como una verdad irrefutable. En efecto, creen que cualquier cosa que lleve el nombre de Guillermo del Toro tiene calidad e incluso viene para revolucionar su género. Pero en el caso de esta película producida y escrita por el cineasta mexicano y dirigida por André Øvredal (La morgue, 2017), no es así.
  En Historias de Miedo los chavitos indeseables de un pueblo conservador y muy blanco de Estados Unidos tendrán que hacer frente a los horrores desatados por una bruja a través de las historias que escribe en su libro maldito. Está inspirada en los libros antológicos del mismo nombre publicados por Alvin Schwartz, que aterrorizaron las mentes pubertas desde finales de los 80'sm y son dignos herederos de la antiquísima tradición de sentarse alrededor de una tenue luz y ponerse a contar historias de aparecidos y espantos. De hecho, aunque nunca hayas oído hablar de estos libros, las leyendas, los motivos que compilan aparecen de forma recurrente en la cultura cinematográfica del terror.
  Esta inspiración literaria bastaría para convertirla, si no en una peli traumáticamente magistral, sí con justicia en la "carta de amor" al género de las antologías de terror; que tiene entre sus máximos exponentes a John Carpenter, también se podría decir que Del Toro es un ilustre representante con su participación en La hora marcada, y (como ya habrán de suponer) se ha desarrollado muy bien tanto en la gran pantalla como en los formatos televisivos. Pero Historias de Miedo no pasa de ser uno de tantos divertimentos nostálgicos anodinos, como los que hacía Spielberg poco antes que se le "prendiera el foco" con Ready Player One. En todo caso, los libros terminan siendo un pretexto mal empleado, casi tanto como en Animales Fantásticos. El tono de terror nunca logra alcanzar un verdadero clímax, ni siquiera tomando en cuenta que hay un intento por armonizar el horror humano con el sobrenatural, y hasta es rebasado por todas las peripecias dignas de una historia de aventuras. Personalmente odio con toda mi diabólica alma que los realizadores hagan éso; en primera porque casi nunca logran algo de calidad, y en segunda porque estoy demasiado consciente que el terror fue algo así como el hermoso parásito que se alojó en el pecho de la aventura y salió un día, estallándoselo.
Además tiene esta constante metaficcional de las películas de Del Toro. Ya saben: abre reflexionando acerca del poder de las historias, de que si los fantasmas son historias perdidas, o de la historia que cuenta acerca de una princesa que quiere regresar a su hogar, etc. Ésto, que podríamos tomar como parte inequívoca de su estilo, en obras que no son precisamente de su filmografía personal, se vuelven muletillas que no te dejan ver más allá de La forma del agua y compañía, y hacen parecer a Øvredal como un amateur lambiscón.
No me malinterpreten. No es mala sino olvidable. Y si argumentan que por ser una película dirigida al público adolescente, obviamente el tono debe ser menos oscuro, les sugiero ver Le temes a la oscuridad y Escalofríos de los 90's. Quizá lo más rescatable es el joven reparto, quienes se nota que supieron sacarle jugo a la experiencia... al menos en los primeros veinte minutos. Sobretodo el personaje de Stella (Zoe Colletti) y el de Tommy (Austin Abrams) se me quedaron muy presentes. Asimismo, los efectos especiales son en su mayoría fascinantes, porque siguen la calidad cuasi artesanal que Del Toro aplica a sus producciones. Aún así, los demás elementos tales como un desarrollo de personajes que no tiene mucha importancia, un comentario político que nunca llega a ser subtrama funcional y los pocos cuentos que se recrean en pantalla, terminan calzándose a la fuerza dentro del típico cuento de hadas, oscuro pero muy entrañable, escrito por papi Del Toro.

👉Ilustraciones de la edición original, SPUTNIK en FB

En fin, ¿ustedes ya fueron a verla? ¿Qué les pareció? Quizá ustedes vieron una película totalmente diferente y de mayor calidad. Y si mi crítica les pareció bastante severa, para compensarlo les dejo un artículo con algunas de las mejores antologías de terror: ¡Que tengan buenos sustos!

miércoles, 18 de marzo de 2020

SOMOS LO QUE HAY, 2010 / WE ARE WHAT WE ARE, 2013

#AnocheVi Somos lo que hay (Jorge Michel Grau, 2010), y luego luego me eché su "refrito" estadounidense, We are what we are (Jim Mickle, 2013).
 En dos universos paralelos, dos familias tienen que enfrentarse a la trágica pérdida de su cabeza. Era su miembro más importante quien se encargaba de llevar a cabo el ritual que las definía y les daba el sustento para continuar sobre este valle de lágrimas. Así pues, dos familias, una mexicana y otra gringa, deberán seguir adelante con el terrible secreto que las une: comerse a una mujer inocente, en una ceremonia inexorable.

  Y básicamente éso es lo único en común. Mientras la gringa vive en un eterno pueblito puritano —tan lejos de la civilización y tan cerca de Dios—, la mexicana hace su despapaye en plena guerra contra la delincuencia [sic] de Calderón. Podemos decir que la de Grau es una de las últimas películas sobre el crimen en la Ciudad de México que valen la pena. En ese sentido, la muerte del padre empieza a cocinar una intriga familiar sabrosa. Se va creando de manera sutil… pero, desgraciadamente, no estoy seguro que sea sólo porque los realizadores querían imprimirle un estilo "elegante", por autocensura o para que toda la atención se vuelque en los momentos de thriller policíaco, que son bastante pobres: no tienen otra cosa que decir de los policías mas que son incapaces y corruptos, y éso ya lo sabemos.
 Por su parte, el de los Parker es un drama macizo. Cada elemento cuenta y cae por su propio peso: desde la tempestad del inicio hasta la fotografía en tonos azules salpicada de claroscuros sepia. Incluso el "antagonista" tiene una poderosa motivación para hacerles pagar caro. Todos estos elementos sirven para intimar con el mundo de este matriarcado de a mentis (como el que a muchos ridículos les gusta presumir). Con la muerte de la madre se pone en claro la careta detrás de la que se oculta el padre autoritario. Él es quien produce tal tensión entre el resto de los personajes, que parece que la única salida debe ser la liberación total contra ese matriarcado que (literal) devora a sus hijas.

 Claro que la inversión de muertos no significa que en Somos lo que hay los papeles femeninos no estén en entredicho. De hecho, las mujeres son quienes hacen y fabulan todo lo necesario para mantener el orden cósmico, el cual no está para nada definido. Mientras, los hijos compiten para ver quién se queda con el rol del papá borracho que aprovecha cualquier ocasión para irse de putas.
  A muchos críticos les pareció que la mexicana se queda a medias; y, si bien, es irritante no saber qué pedo, por qué hacen éso (aun más en una locación donde antiguos dioses esperan con ansias volver a comer carne humana) al final tiene mérito que su entramado fuera tan abierto, y así nos dieran la oportunidad sacar nuestras propias conclusiones. Personalmente, no pude evitar verla con cara de fuchi. El hecho es que We are what we are es una gran adaptación del guión de Grau a las obsesiones gringas, que se torna en viaje sentimental por el horror humano; por su parte, la versión original parece limitada por la visión fría y lejana de quien critica los "caracteres nacionales". Ahora bien, tuve que pasar bastante tiempo repasando el sabor que dejó en mi boca para aceptar que, aparte de que estamos más acostumbrados a las sensibilidad gringa, que tal vez, en estos tiempos en los que nos sentimos con el valor suficiente para linchar a cualquier pendejo con cara de rata al grito de "los buenos somos más", tal vez este cuento de terror en el que la pendejez e impunidad son las protagonistas sea el que nos merecemos.
 En fin, le pongo a Somos lo que hay 7 pozolitos de carne humana de 10, nomás porque Daniel Giménez Cacho repite uno se sus personajes más chingones, ¡y shot por cada vez que digan "puta"!

miércoles, 29 de enero de 2020

ALANIS, 2017

#AnocheVi Alanis, una película de Anahí Berneri. La neta fue hace tiempo en la Cineteca. La bella deidad del cine tuvo piedad de mí y en lugar de ver Roma compartiendo la sala con una bola de coyoaquenses cincuentones que no paraban de contar de cuando eran niños y sus padres corrieron a la chacha, me envió a esta maravilla del cine argentino. Originalmente fue un corto del 2016 con la finalidad de hacer conciencia sobre las condiciones de trabajo de las prostitutas en Buenos Aires. El trabajo resultó ser apasionante para las realizadoras y decidieron extenderlo.
En fin, seguimos las vicisitudes de la prostituta Alanis, quien de pronto se ve forzada a encontrar un lugar seguro donde ofrecer sus servicios… O en el peor de los casos, algo que le dé los mismos ingresos. Durante un par de días va chocando con situaciones cada vez más absurdas aunque, desde una retorcida perspectiva, demasiado cotidianas. Ya sea lidiar con la burocracia policial, agarrarse a las patadas con una horda de prostitutas organizadas para acabar con la competencia o caer en la cuenta de que pierde más su tiempo, y dignidad, atrapada detrás de un aparador, esta chava no se puede dar el lujo de chillar por su desafortunado destino.
Personalmente, sentí que los personajes se desbordan de los límites de la película. No sólo tienen una historia más grande que la sencilla que nos están contando, también parecen no caber en el encuadre de la toma, y en muchas ocasiones los vemos estar a sus anchas disfrutando del ocio. Esta atmósfera me atrajo mucho porque no me parece común verla en melodramas con el mismo tema.
Ahora bien, ¿la película cumple su objetivo original? No estoy muy seguro. El tono de Alanis es bastante edulcorado y no hace falta ser un estudioso de la prostitución para tener en cuenta que su "moraleja" social ve los problemas de manera simplista. Allá afuera hay demasiada violencia y más razones para ver esta actividad como un estigma que debe abolirse. Aún así no se demerita el acierto de colocarnos al nivel de la protagonista.
Me explico. En lugar de apelar a nuestra soberbia presentándonos a una criaturita "entrañable" a la cual tenerle compasión (como la de Noches de Cabiria), con Alanis tenemos la visión cínica y medio apendejada con la que muchos de nosotros viviríamos una terrible temporada en el trabajo. La ironía crea una conexión realmente humana con casi cualquier personaje ficticio, porque mucha gente no sigue de forma servil ningún arquetipo simplón para su actitud; más bien resultamos ser mezcla de cientos. Y si Alanis a veces es una caricatura guarra, las más parece que actúa y piensa como cualquier citadina (o citadino) que no sabe cómo atajar una rebanada del pastel... y otras tantas, es el cuadro impresionista de una tardecita por el parque. Es algo que, para no equivocarnos, sabemos desde Cervantes. Pero lo típico de muchas comedias es presentarnos personajes unidimensionales y que traen a cuestas un arsenal de chistes baratos, sobre todo en Latinoamérica.
¿Creen que exagere con esta película? ¿Han tenido ocasión de verla? ¿Se les hizo interesante después de leerme?